GACETA OFICIAL
REPÚBLICA
BOLIVARIANA DE VENECUBA
AÑO CXLII- MES IV
Número 40.589
MINISTERIO DE LA
DEFENSA
DECRETO 666
“CONSIDERANDO QUE LOS GUARIMBEROS
YA NOS HICIERON ARREC#$%R; SE AUTORIZA EL USO DE LA FUERZA LETAL, MORTAL,
ASESINA EN CUALQUIER MANIFESTACIÓN PACÍFICA O NO, BAJO EL CRITERIO Y LAS
MEJORES PRACTICAS HUMANISTAS Y SOCIALISTAS, DEL EFECTIVO QUE LA UTILICE”
Cleiver
Pérez y su amigo Franklin salen temprano del liceo, como todos los lunes desde
que comenzó el año escolar. No hay profesor de Física, así que los chicos del
tercer año de bachillerato, en el Liceo Murachí del centro de San Cristobal,
quedan a su suerte. Pocos van de regreso a sus casas, unos irán a divagar por
las calles de la ciudad, otros a jugar en alguna cancha improvisada, otros irán
a la calle del portón, en la Universidad, a mirar a la resistencia batiéndose
con la Policía y la Guardia Nacional.
-Ronald
¿Podemos meternos en la guarimba con ustedes?
-¡No
Cleivert! O tomas fotos y videos como siempre, para subirlos al twitter o
váyase para la casa. Usted todavía está muy carajito para esto.
-Vamos
hermano, dígale a @Gochirila que nos meta. Queremos incendiar una tanqueta y
tumbar un avión como ustedes.
-¿Qué pasa
allí?- pregunta @Gochirila desde un cuarto donde se prepara para las protestas.
-Mi hermano y
el amiguito insistiendo meterse en esta va#$a.
-Ronald, dígale que cuando cumpla 15, que si más no recuerdo, es en Mayo. Eso si es que de aquí allá no ha caído el régimen. Tomarás fotos y nos darás aviso como siempre, si no, como dice tu hermano: Te vas para tu casa.
Cleivert y Franklin aceptan el rol de fotógrafos a regañadientes, aunque los dos jóvenes hacen un muy buen trabajo.
San Cristobal se detiene. En tres puntos de la ciudad, parcialmente militarizada hay disturbios. Las fuerzas de Nicodemo arremeten contra la población y los estudiantes que no les dan descanso, desde que estas invadieran la ciudad hace un año.
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Hoy el motivo de las protestas es la muerte de 6 compañeros que fueron secuestrados y luego aparecieron muertos en 3 hechos en Mérida, San Cristobal y Caracas. En dos de estos hechos la Polinacional se llevaba detenidos a los estudiantes por pares. En otro hecho, no menos grave, el de Caracas, “El Colectivo” (la fuerza paramilitar del régimen, compuesta por elementos de la delincuencia organizada) secuestró a una pareja de jóvenes de Catia y luego aparecieron muertos y torturados.
Esta vez a la Polinacional le ha tocado aplacar los disturbios en la Universidad. Los jóvenes policías equipados con equipo para control de orden público se sienten seguros y confiados porque recibieron sus nuevas escopetas Remington 870 modificadas, rémora del último lote de armas comprado a Leónidas Orlov.
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Cleivert está emocionado. Ha filmado un par de videos donde se ve arder el camión y media docena de motocicletas que fueron emboscadas gracias al aviso de Franklin, su amigo que agita a lo lejos paños de colores, dependiendo de la amenaza que venga: Paño azul es Poliacional, Paño verde es Guardias y Paño rojo es “El Colectivo”.
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El
Cabo Morillo, es el joven “Hombre Nuevo Socialista”. Furioso, frustrado y sediento
de revancha, contempla los vehículos quemados. No puede creer que haya jóvenes
en contra de las maravillas prometidas por el Socialismo, en las que fue
adoctrinado. El cabo está decidido a hacer realidad su amenaza tuitera de matar
un guarimbero el día de hoy, amparado en el Decreto 666.
Morillo descarga su escopeta con furia contra los manifestantes que a lo lejos se burlan y le hacen muecas. Morillo no quiere ver su derrota pintada en las burlas de los manifestantes y voltea la mirada hacia atrás. Algo llama su atención.
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Cleivert
sigue filmando y tomando fotos con su celular escondido en el techo de un viejo
y abandonado kiosco de periódicos. Mientras, a su lado, Franklin, su amigo,
hace señales con el paño azul, como banderín. Vienen refuerzos de la
Polinacional.
-Cleivert
vamos a bajarnos de acá y nos escondemos en la otra calle para tener un ángulo
diferente.
-¡Seguro!
Déjame subir esta última foto- Cleivert espera pacientemente que el tweet con
la última foto de la manifestación suba a la red cuando una fuerza repentina lo
arrastra del techo oxidado hasta el cemento de la acera. Su amigo Franklin le
cae encima, fracción de segundo después.
El
cabo Morillo y el cabo Reyes, emprenden a patadas a los dos niños a las voces
de “¡Escuálidos Maldí##$%!” y “¡No Volverán!”. Los niños fueron puesto de pie y
arrojados contra la pared. Morillo aplastó de un pisotón el celular de
Cleivert.
-¡Vamos
Escuálidos! Sufrirán en los calabozos del SIBOL.
-¡Somos
menores de edad!- grita Franklin
-¡Me
sabe a mier#$%!- El cabo Reyes continúa golpeando con un bastón plegable,
mientras el cabo Morillo saca de su cinturón unos amarres plásticos para atar a
los muchachos de pies y manos.
Cleivert voltea y exclama – ¡Incendiaron otra patrulla! -, los dos cabos voltean y Franklin y Cleivert corren en direcciones opuestas.
Ambos jóvenes son diestros en el empírico arte de la carrera parkour. Franklin logra escalar un muro con un brinco y tres toques en sus diminutos agujeros. Cleivert en cambio, brinca sobre pequeños autos estacionados y se desplaza debajo de ellos.
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Cleivert
se esconde debajo de un veículo espera a que Morillo y Reyes, que están a
varios metros de distancia pasen de largo, corriendo con la lengua afuera.
Cleivert suspira de alivio porque la amenaza ha pasado. Cuando de pronto es
arrastrado violentamente. Al quedar al descubierto Cleivert observa como el
cabo Reyes lo hala de las piernas por varios metros, mientras Morillo fractura
sus costillas a pisotones. Los gritos se oyen por toda la calle. La gente
comienza a salir.
-¿Crees
que yo soy un payaso mamag$””#&/bo?- pregunta Morillo tres veces y por cada
vez un pisotón en el pecho o una patada en la cabeza.
-¡Chamo!
Ya lo tenemos, la gente está viendo maric$%&.
-¡Cállate
web#$%&! Que el otro se te escapó- exclama Morillo – ¡Chico! ¿Será vedad lo
que dice el camarada compatriota Charleston?
-¿Qué
cosa?
-¡Qué
las cabezas de los escuálidos suenan diferente cuando les disparas!
Reyes
alza una ceja. No puede creer la pregunta que le hace su camarada.
-Morillo
toma su escopeta Remington 870, echa la corredera hacia atrás cargando un
perdigón en la cámara. Apunta a la cabeza de Cleivert.
“Por
favor no me mates”, fue lo último que dijo Cleivert antes que Morillo accionara
el gatillo. El trueno del disparo fue demasiado fuerte como para poder escuchar
“Los Sonidos de Charleston”, cuando la cabeza del niño estallaba en sangre y
masa encefálica por toda la calle.
Las alarmas se encienden en el mundo occidental. Nicodemo ha optado
por las masacres y las desapariciones forzadas para sostenerse en el poder.
Pero los activistas de oposición, no solo son asesinados en las calles, en los calabozos del “CENTRO DE DETENCIÓN PARA GUARIMBEROS”, los agentes de la Gestapo Boliche (SIBOL) son sometidos a torturas psicológicas constantes para que estos se suiciden.
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En una
barraca del Fuerte Bolívar de San Cristobal está recluído el Cabo Morillo.
Detenido luego que la presión social reclamara por el monstruoso crimen que ha
cometido contra el joven Cleivert.
Morillo
cuenta con el apoyo pleno de los Narcosoles, el alto mando militar, en especial
del Ministro de la Defensa, Vladislav Parrain. Es por eso que a diferencia de
los tuiteros y guarimberos detenidos, Morillo goza de todas las comodidades.
A las afueras el fuerte, Ronald, hermano de Cleivert, y estudiantes de liceos y universidades, protestan indignados, mientras los militares les arrojan “Gas del Bueno”.
Ni siquiera la conmoción de la sociedad entera, detuvo a Nicodemo para despotricar del niño asesinado, justificando el crimen: “El ‘guarimberito’ pertenecía a una secta de extrema derecha llamada los 'bois escaú´". Por eso tuvimos que matarlo, obedeciendo al decreto 666”.
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Morillo,
acostado en su litera no deja de
tuitear y maldecir por su detención. De pronto se observa todo un movimiento militar en la
barraca. Los soldados le ordenan a Morillo ponerse de pié y reverenciar al
funcionario que está a punto de llegar.
-¡Atención!
¡Firm! ¡Saluden al Sol más brillante en el firmamento! ¡Nuestro Ministro de la
Defensa! ¡El General Vladimir Parrain!
Todos
los oficiales presentes, debidamente alineados, saludan al General que llega
acompañado del comandante General de la Polinacional y el licenciado Osama
Deseyit Abdila (conocido entre sus enemigos como Mister Músculo), el Gobernador
Victor Morillo (casualmente) y otros tres Generales.
-¡Mi General!
-¡Cabo Morillo! ¡Héroe de la patria roja rojita! ¡Patria!, ¡Socialismo! y ¡Muerte!
-¡Mi General! Cuando dijeron que era el Sol que más iluminaba, pensé que era el #CapitánHallaca.
-¡Cabo Morillo! ¡Usted me cae bien!- Morillo sonríe, -No lo arruines- responde Parrain con desagrado.
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-Mi
General, obedecí a su mandato y ahora estoy detenido.
-Hijo…
créeme, comparado con estos escuálidos, tú estás en el cielo- responde el
Gobernador Víctor Morillo.
-Debido
a las sanciones, y en especial, debido a este evento con el escualidito scout,
ese; Estados Unidos ha decidido hacernos la guerra- responde Parrain.
-¿Vendrá
un Portaviones? ¿Bombardearán el país con misiles Tomahawks? ¿El cielo estará
infestado de aviones Predator que acabarán con nosotros uno a uno meses antes
que el primer Marine pise tierra firme?- pregunta el atemorizado Cabo.
-¡Nooooo! Congelaron nuestras cuentas y cancelaron nuestras visas, expropiaron nuestras casas en Miami y Nueva York, deportaron a nuestros hijos de las universidades gringas. Y en Europa van a por nuestros ahorritos.
-¿Nuestros?
-No. Los de la Gloriosa logia del Narcosolato y la Nomenclatura Socialista, de la que tienes el placer de ser fiel sirviente- responde Míster Músculo.
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-¿Por qué unos revolucionarios como ustedes tendrían propiedades y millones de dólares en los Estados Unidos?
-¡Ya deje de preguntar Cabo! Siempre hay que verle el lado bueno a las desgracias. Esta declaración de guerra, nos permitirá suspender toda elección de aquí en adelante ¡Así que celebraremos nuestro poder perpetuo e impune!
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Un
soldado entra en la barraca empujando una carrucha con varias botellas de un
fino whisky de 25 años, en elegantes botellas azules y varios vasos ya servidos en una
bandeja. Parrain toma un vaso y Morillo toma el otro. El soldado hace una
reverencia y se retira de la barraca, dejando la carrucha.
-¡Brindemos
por el Decreto 666 y por nuestro gobierno de impune perpetuidad!- brinda el Ministro.
-¡Salud
mi General!
Han pasado tres horas desde que comenzó la improvisada celebración que incluyó música en vivo, bailarinas exóticas y demás especies del ramo lúdico y festivo. Pero a diferencia de otras veces, Parrain se empieza a sentir extraño con el whisky.
-¿Tuy buddacho Víctor? Psss si yo ¿aguanto? ¡Ysho hígado macho! cuestiona el Ministro de la Defensa mientras observa con detenimiento el vaso con la bebida espirituosa. ¡Zambrano!... ¡acáaa!
-¡Sssshi mi gral!- responde un teniente Zambrano, sudoroso, con la mirada enrojecida y perdida.
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-¡Chiccooo! ¡Este whisky ta puyaooo! ¡TENDERSE!
-Ppero
mi gral… Mi sol bello y priciosho. Y oo le decomizzams essse whishy allá a la Licorería
Mundial en la adduanna dl puerto cummo ziempre!...
-¡Nooooh
ta puyao! ¡Verdáaaa mister nezuela!- Responde Víctor Morillo, el Gobernador.
-¡Umí,
no me diga asssíiii! Yoooo! Sssoy el defensor de pueblo… Defiendo el cu#”o
tuyo, el del, el del otrrooo, un mío o sea….
-¡Nooo
nooo!- Todos los militares están ebrios, incluyendo al Polinacional “detenido”,
que permanece en su litera, sentado abrazando su escopeta Remington 870. Se
supone que en el lugar no debería estar esa escopeta pero todos están tan
ebrios que no les importó siquiera saber quién la trajo. Balanceándose cual autista,
Morillo, murmura protestando una y otra vez: -No escuché el sonido, no lo
escuché. El sonido de Charleston en la cabeza de ese escuálido ¡NOOOO!
Del otro lado de la barraca un par de escoltas del ministro, miran de un lado al otro. Visiblemente alterados por el alcohol, los dos hombres se encuentran sumidos en una realidad alterna, donde todos sus compañeros militares están vestidos como el Tío Sam.
-Los Gringos deben morir- le dice uno de los escoltas al otro, que parece tener una especie de tick nervioso en el ojo izquierdo. Este último asiente y saca su arma.
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Parrain sigue quejándose de la calidad de su bebida con su subordinado, él siente que está en un bar y ve a su subordinado como un barman.
El Gobernador Morillo, en cambio afila con cuidado un largo cuchillo (que tampoco se sabe como apareció). Morillo se siente como en la carnicería de su padre, y todos los presentes se ven como paletas de carne andante y parlante que le pien ser picadas primero. Morillo sonríe.
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Osama
Deseyit Abdila, el defensor comienza a hacer poses de fisicoculturista y a
halagar el atractivo físico de los otros soldados. Osama se ve así mismo en la
antigua Grecia, entre musculosos hombres semidesnudos.
-El
sonido, el sonido de la cabeza escuálida...- dice una y otra vez, un enloquecido Cabo Morillo, mientras
ve la TV sintonizada en el programa MALA CONDUCTA. Donde Carvajaliño
lo llama y le dice que mire todos esos guarimberos a su alrededor. Bruscamente
el polinacional alza su cabeza temblorosa y se ve rodeado de encapuchados
vestidos con la bandera nacional. Morillo identifica a uno de los encapuchados
como el líder, pues carga un coctel molotov hecho con una botella de “Etiqueta
Azul”, mientras otro guarimbero manipula el pico de la botella, quizá para
prenderle fuego. Morillo carga su arma y la apunta – ¡Yo oiré el sonido de tu
cabeza!
La
barraca se ha convertido en un campo de batalla en el que Morillo y otros dos
soldados ejecutan el decreto 666, mientras otros dos soldados descargan sus
armas contra esos gringos vestidos como “El Tio Sam”. El Gobernador Morillo
corta con calma la carne de los caídos. Mientras el resto de los soldados,
afectados o no, por la extraña bebida, luchan por sus vidas defendiéndose de
los enloquecidos hombres.
Debido
a que el encuentro entre los jerarcas y el prisionero es un “secreto de estado”,
nadie pasará por la barraca a preguntar si son disparos o fuegos artificiales.
Otros que sabían que eran disparos, preferían no intervenir, ya que podía tratarse
de un “ajuste de cuentas”, muy normal en las fiestas de los narcos.
Los
disparos cesaron. La puerta de la barraca se abre y uno de los escoltas que aún
no había caído bajo el influjo del whisky, sale corriendo despavorido pidiendo
ayuda. Más atrás sale un ensangrentado cabo Morillo apuntando con su escopeta al
fugitivo:
-¡Quiero
oír como suena tu cabeza escuálida!- carga, apunta y dispara, destrozando la
espalda del soldado. -¡Oh! Mierd#”$% no siento la diferencia- exclama frustrado
el Polinacional tomando su escopeta por el cañón golpea cuanto lo rodea y batea
una de las botellas de licor. Gravemente herido, Mister Músculo toma a Morillo
por el cuello desde atrás y le aplica una llave que lo mata en el acto.
Horacio,
criminalista de la Policía Judicial levanta la botella parcialmente parida del piso,
la observa con atención y luego observa los cadáveres tirados en todas partes,
la mayoría con la cabeza reventada de un disparo de escopeta.
Pedro
Estrada (nieto del legendario infame) pasa por encima del cerco policial, hecho
con cinta plástica amarilla, se acerca a Horacio con un papel delgado en una
mano y una de las botellas del misterioso licor en la otra –El cromatógrafo portátil
dice que esto es Whisky Blendend de 24,8562 años, mezclado con melaza, agua, Dexanfetamina,
LSD y Mezcalina.
-¿Qué
hay de las huellas en la carrucha?
-Solo
las huellas de los “invitados”. Los testigos dicen que vieron a un soldado
entrar con la carrucha y luego este salió. Todos dicen que no era un soldado
del Fuerte, pensaron que venía con la comitiva del Ministro. Usaba guantes de
tela blanca.
- Pedro
, creo que “La Hermandad” les dio un mal viaje.
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