sábado, 5 de julio de 2014

3.2. WILLKOMMEN

 

 
 
Un Citation VII aterriza en el Aeropuerto de Maiquetía procedente de África occidental. No hay registros exactos de la procedencia de este avión de bandera alemana. En la rampa 7, donde llegan los vuelos privados hay una camioneta Toyota Sequoia color negro, a simple vista blindada y no muy lejos del lugar de espera de la camioneta, media docena de motos Kawasaki color negro, de las que es costumbre ver tripuladas con hombres haciendo servicios de escolta. Sólo que los escoltas son hombres de la Guardia Nacional.









 




Phillip Grau Von Schweinsteiger desciende del avión apenas este abre la puerta. En tierra firme, maletín marrón en mano, estira su cuerpo completamente y respira una bocanada del fresco aire marino de la costa venezolana.
 
Un joven de contextura delgada y lentes baja de la camioneta y se acerca rápidamente a Pillip. Estando frente a frente el joven es bastante más bajo que Phillip. Un breve saludo y un par de señas a los escoltas de las motos los dos hombres entran en el vehículo seguidos de los tres escoltas con el equipaje del viajero.
 









Subiendo por la autopista Caracas La Guaira los dos hombres, seguros que no son escuchados por otro que no sea el chofer del vehículo comienzan a conversar en alemán:

-Wie war die Reise?
-¿Qué tal el viaje?


-Ein wenig schwer. Viele Probleme kommen. Es tut mir leid, was ich gelesen und bestätigt, als ich landete. Sie fühlen sich die Winde in der Umgebung des Endes.
-Un poco pesado. Muchas angustias para venir. Lo siento en lo que leo y lo confirmé cuando aterricé. Se sienten en el ambiente los vientos del fin.

-Nun, Herr, haben eine Menge zusammengetragen und sehr schnell. Das Geld ausging, Nahrungsmittel, Medikamente, Ratten das Schiff zu springen ist beendet. Diejenigen, die treu, bereit, für die Sache zu sterben waren, jetzt die Hände waschen, zu offenbaren Geheimnisse und beschuldigen andere vor. Sehr ernst Sir. Der Unterschied ist, dass in seiner Zeit diese Dinge passiert, aber die Leute wussten nichts, bis die Folgen waren unerträglich und unzureichende Unterdrückung. Hier, trotz Kauf alle Medien, alles, was wir wissen, das Internet, soziale Netzwerke, wie man sein Menschen haben uns in Schach. Der Fall scheint zu sein, mehr Lärm, als Sie vielleicht zu antizipieren. Auch die Kubaner haben uns verändert. Sie prognostizieren das Ende, scheinen uns zurück zu geben. Warum nennen wir Notfälle.
-Bueno señor, se han juntado muchas cosas y muy rápido. El dinero se acabó, se acaban los alimentos, las medicinas, las ratas saltan del barco. Los que antes eran fieles, dispuestos a morir por la causa, ahora se lavan las manos, develan secretos y acusan a otros. Muy grave señor. La diferencia es que en sus tiempos estas cosas pasaban pero nada lo sabía la población hasta que las consecuencias fueron insoportables y la represión insuficiente. Acá, a pesar de haber comprado todos los medios, todo se sabe, el internet, las redes sociales, la forma de ser de la gente nos tiene en jaque. La caída parece ser más estrepitosa de lo que se podría prever. Hasta los cubanos han cambiado con nosotros. Predicen el final, parecen darnos la espalda. Por eso lo llamamos de urgencia.

Phillip observa a su interlocutor sin pestañear por un minuto o tal vez dos. Toma su maletín, lo abre y lo muestra al joven que lo acompaña. Este queda atónito con lo que ve.

-Das Problem des Sozialismus ist nicht die Nahrung fehlt, ist, dass viele Menschen. Verdrängen sie alle ist nicht möglich. Aber wenn sie anderweitig beschäftigt sind, den Willen zu dominieren.
-El problema del socialismo no es que falte la comida, es que sobra la gente. Reprimirlos a todos no es posible. Pero si están ocupados en otra cosa, los podrás dominar.

El joven acompañante no sale de su asombro y aterrorizado de lo que ha visto se recuesta de la puerta izquierda en silencio durante el resto del camino hacia el hotel. 

Después de hora y media de congestionamiento la camioneta y sus tres escoltas llegan a las puertas del Eurotel, el hotel más lujoso y seguro de toda Caracas.
 
Segundos después de llegar el pequeño séquito, camioneta blindada, color verde, llega al hotel. Tres hombres se bajan de la camioneta. Son hombres muy bien vestidos, pero el aspecto del hombre rubio enciende las alarmas de los hombres de la seguridad del hotel, que sólo es apaciguado por el hombre asiático.
 
Phillip y su anfitrión descienden del vehículo. Los tres escoltas se ponen a la orden para bajar el equipaje del extranjero, rechazando la ayuda de los botones alegando razones de seguridad.

De pronto el hombre rubio se acerca al grupo de escoltas que remolcan las maletas y saca de su chaleco dos micro-uzi y comienza a disparar, hiriendo a uno de los escoltas. Otro de los escoltas logra echarse al suelo y se escuda con la maleta. Sorprendentemente la maleta contiene las balas de las ametralladoras. El tercer escolta escuda al turista y a su anfitrión. El anfitrión de Phillip lo escuda y logra sacar un arma para defenderlo. El hombre asiático saca una micro-uzi y comienza a disparar contra el extranjero alcanzándolo en el abdomen. La ráfaga de la uzi del asiático destruye la puerta de vidrio del lobby. Anfitrión, el escolta y el turista, corren al interior del hotel y se escudan de una maceta de concreto. Otro hombre que había bajado de la camioneta verde dispara contra la camioneta Toyota negra de donde venía el infortunado turista alemán para contener al chofer y al copiloto que también son hombres armados.


La defensa del turista alemán está en una condición precaria, los escoltas están superados en poder de fuego. Pero el guardia refugiado en la maceta de concreto, ordena a sus clientes arrastrarse hacia el pasillo, luego toma la decisión de hacer frente sus atacantes y sale de su refugio y le dispara en la cabeza a uno de sus atacantes. El guardia herido toma un segundo aire y le dispara en una pierna al pistolero asiático, que pensaba que el sujeto estaba muerto.
 



El Alemán y su anfitrión van casi arrastras hasta el pasillo que da a las habitaciones para refugiarse, pero el paso del europeo es bloqueado por un cuarto sujeto. Un hombre negro corpulento, vestido con un fino traje gris, que saca del chaleco una pistola Desert Eagle calibre 50 y le da una ráfaga de tres disparos en el tórax y abdomen. El extranjero cae al suelo, al pie del mostrador de recepción, justamente conde se puede leer en diez idiomas la palabra “BIENVENIDO”. El anfitrión huye despavorido. El sujeto negro le arrebata al alemán la lujosa maleta marrón y este escapa de la escena, en medio del tiroteo, por los ascensores del hotel, rumbo al estacionamiento.
El conductor de la camioneta verde observa que el ataque está siendo repelido exitosamente por los escoltas. El guardia, escudado con una de las maletas del turista cubre a los hombres de la camioneta negra. Se oyen sirenas de la policía y hombres de seguridad del hotel se empiezan a sumar al tiroteo con sus pistolas Glock 17.


El asiático es rematado por el escolta líder que sale de su maceta. El hombre que disparaba a la camioneta negra, comienza a retroceder, el conductor y el copiloto salen armados con ametralladoras HK-MP5 y arremeten contra los atacantes. El conductor de la camioneta verde responde con una M249 para cubrir su retirada. Todo ocurrió en menos de tres minutos. La entrada del hotel queda destruida, como si hubiese habido una guerra.
 
 
Phillip Grau Von Schweinsteiger es llevado gravemente herido a la clínica de Cauirimare. Phillip nunca sale de Alemania sin llevar consigo su exclusiva ropa blindada de Miguel Caballero, hecha en Bogotá. Gracias a esa ropa aún está vivo, incluso el escolta que se escudaba con la maleta, puede contarlo. Trajes, camisetas e interiores de Pihillip, son blindados, pero un disparo de calibre 50 puede ser mitigado, pero no repelido. Aunque su ropa blindada evitara la penetración de una bala tan poderosa el golpe provocaría fracturas y hemorragias internas. Eso sale muy bien explicado en el manual de usuario de que viene con cada prenda.
Los asaltantes han abandonado la camioneta verde y pasaron a otro vehículo que los esperaba en Las Mercedes. El chofer de la camioneta llama desesperado a su contratante que le informa que el blanco sigue vivo y camino a una reconocida clínica, por tanto, no habrá pago. Los dos sobrevivientes del asalto y sus otros dos amigos están furiosos.

 
  
Todos los cirujanos de la clínica de Caurimare se mueven con rapidez para salvar la vida de Phillip Grau Von Schweinsteiger. Hay que contener las hemorragias internas y extraer los dos proyectiles alojados en su cuerpo. El cirujano cardiovascular Shariff y el neurocirujano Pérez coordinan la compleja cirugía. El anestesiólogo Umaña aguarda y las cuatro enfermeras llevan y traen instrumental para salvar al extranjero.


El procedimiento quirúrgico lleva ya cinco horas. Los médicos lucen esperanzados. Phillip es un hombre fuerte, a pesar de la inconsciencia provocada por los anestésicos, no va a partir de este mundo sin luchar. Los doctores proceden con las últimas suturas para luego esperar por la pronta recuperación del paciente.

Un grito y la caída de varios objetos fuera del quirófano llaman la atención de una de las enfermeras. El resto de los cirujanos están concentrados, no se inmutan. Repentinamente, el hombre que conducía la camioneta verde en el asalto del hotel, entra en el quirófano descargando el contenido de una micro-uzi con silenciador en el cuerpo del recién operado alemán.






ElCapitán Hallaca se prepara esa misma tarde en su camerino para salir al aire en su programa de BTV, “GUISANDO”. La maquilladora prepara al jerarca para anunciar a su reducida audiencia nuevas detenciones contra políticos disidentes, clases de socialismo y “buenas costumbres” para no ser descubiertos en el arte de maversar los bienes del estado.
Bobure llega a la puerta del camerino y se anuncia haciendo ruidos sacudiendo su gruesa cadena de oro. El Capitán lo observa por el reflejo del espejo y le ordena a la maquilladora abandonar el camerino para conversar a solas.
-Noooo jefe, hicimos el trabajo, pero el “catire” lo único que tenía en esa maleta era el “perfume del hombre araña”.
-¿El perfume del “hombre araña”?- el Capitán Hallaca voltea la silla hacia su sirviente y con un gesto pide a Bobure le entregue el maletín. Bobure entrega el fino maletín de cuero marrón, el capitán lo abre y queda asombrado de lo que ve en su interior.
Con estupor el Capitán Hallaca mira a su sirviente y extrae del maletín un cilindro trasparente que contiene un envase rojo con un símbolo que dista mucho de ser el logo del asombroso “hombre araña”. El capitán sabe la gravedad de lo que tiene en sus manos.
 
-¿Ta viendo jefe? Yo le compré ese perfume al carricito mío para regalárselo el día del niño, usted sabe. El perfume del “hombre araña”, es rojo y con el dibujito ahí.
-¿No lo destapaste verdad?
-No hombre jefe. Lo chimbo son los panas de la banda del Cartanal. Noooo si saben que mataron al Gordo Baygón y al chino Cachichen por esto se van a poner hasta tristes.
-Hiciste bien en no destaparlo- le dice el Capitán Hallaca a Bobure sin despegar los ojos del envase, -en cuanto a los tipos estos del Cartanal. A ellos no les interesa lo que había en esta maleta. Págales lo acordado más una chuchería por los muertos para que se callen. Después te digo cuando mandar a la Guardia, para que los liquide a todos.
 
El rostro de angustia del Capitán hallaca cede el paso a una pícara sonrisa. Por fín encontró algo que dejar en caso de tener que abandonar el ruedo político, en silencio.


 
En una reconocida funeraria de la Avenida Libertador se da el último adiós a un reconocido ciudadano extranjero que tuvo a bien hacer una pequeña familia con una humilde y hermosa mujer de la capital. Yamira del Carmen y sus dos hijos Bremen y Thomas, de cinco y ocho años respectivamente, lloran desconsolados al “Catire”, apodo con el que se dirigían a su padre, aquel enorme y silencioso hombre blanco  que los visitaba una docena de veces al año.  

 
Es una tarde como cualquier otra en la funeraria. Cientos de personas, de diversos estratos sociales van y vienen para acompañar a las familias de los deudos. Llantos de hijos que despiden a sus padres arrebatados por las enfermedades de la vejez. Llantos de padres que despiden a sus hijos arrebatados por la inseguridad. Sólo tres cosas pueden alterar la paz en un lugar como ese: Conflictos familiares no resueltos, ajustes de cuentas por saldar y…
Una mujer joven de piel morena vestida con una bata negra se acerca al ataúd donde yace Phillip para llorar amargamente sobre él.

Yamira se acerca a preguntarle quién es ella y de dónde conoce a Phillip.

-Ve, es que yo soy su esposa María Chiquinquirá. Y estos que están aquí, son nuestros hijos Usarmy y Luswafer, uno tiene doce y el otro quince. Me voy a llevar a mi marido para Ciudad Ojeda.

-¡Noooo diabla! ¿Sabes qué? Tú lo que estás es soyaaa ¡El Catire es mi marío, no te lo vas a llevar! ¡Aquí están los papeles que este macho es mío!

-¡Ver#!%&ión yo también tengo un papel como ese!


La guerra entre dos amantes de un mismo difunto(a) es el tercer motivo que puede alterar la paz de un velorio.






Dos jaulas de la Policía Nacional van a sofocar lo que parece ser un grave disturbio en la Avenida Libertador, entre un grupo de personas venidas del occidente del país y otro del barrio Los Sin Techo del cementerio. Pero son seguidos muy de cerca por dos camiones blindados NIGHT XV con placas diplomáticas de la embajada alemana.


Mientras los policías tratan de poner orden el caos ocasionado por las dos familias en disputa por el cadáver de Phillip, seis hombres fuertemente armados descienden de uno de los vehículos y toman la urna de Phillip sin pedir permiso para meterla en la camioneta de donde descendieron. A su paso, los fornidos hombres a empujones quitan de su camino a quién se les atraviece, y en un par de ocasiones disparan sus armas para espantar a quién los amenace; ande a pie o ande en moto.
Una de las viudas se acerca infructuosamente a la camioneta donde depositan la urna para ser trasladada a algún lugar desconocido. Pero uno de los hombres le cierra las puertas del vehículo en la cara. Un hombre gordo de traje beige golpea con insistencia la puerta del otro blindado. El vidrio trasero derecho baja y se asoma el rostro de una mujer blanca madura entre la oscuridad del interior del blindado. La puerta se abre y el sujeto entra al vehículo. Los dos vehículos arrancan dejando atrás el caos provocado por el enfrentamiento entre los allegados de las dos viudas.

En el interior del blindado negro, el hombre de traje beige comienza a hablar con la mujer que le dio audiencia.

-Señora, me presento. Soy Boliburgo de la Ralea. Socio de su esposo... porque imagino que usted, si es la esposa legítima del señor Phillip.

Un hombre blanco rubio de ojos grises y mal encarado le murmura a la mujer las palabras del gordo y esta responde a Boliburgo con un gesto que da a entender “¿ajá y?”.

-Bueno señora como le decía. Su marido y las personas a las que represento, teníamos negocios que acá son muy muy lucrativos pero que en su país pueden ser… cuestionables. Entonces verá él tiene un dinero que espero que usted pueda reconocer como parte de, nuestra sociedad. Y en caso que no desee más nuestra sociedad pues ¿tendría usted la amabilidad de devolvérnoslo?- termina Boliburgo su exposición con una enorme sonrisa.


El hombre blanco termina de murmurar y el rostro de la mujer cambia a un desagrado total.








Sagen Sie diesen unglücklich, dass das Geld im Namen von meinem Mann ist mein, und meine Kinder. Nehmt diesen Mann aus den Augen!

-Frau Von Schweinsteiger no reconoce ningún negocio con usted. Tenemos instrucciones de que cualquier cosa fuera de lo normal que le ocurra a ella o a sus hijos iremos por usted y por “la gente que usted representa” y los mataremos.

El vehículo se detiene brevemente en la Autopista Francisco Fajardo, a la altura de Quinta Crespo, en la rivera del Río Guaire, y Boliburgo de la Ralea es arrojado como quien desecha muñeco en un basurero. Afortunadamente Boliburgo sabe nadar.
 
 
Las viudas que dejó el polígamo Phillip Grau Von Schweinsteiger, regadas alrededor del mundo, no fueron las únicas en lamentar su muerte. En la Habana, en “El Laguito”, complejo residencial de gobierno, André Köhler (El Artista) lee un periódico venezolano de hace una semana que un agente de la guardia de Raúl le hace el favor de guardar para poder enterarse de lo que acontece en el mundo exterior. Allí ve la foto del que en vida fuera su amigo en la STASI; el biólogo molecular e infectólogo Karl Hummels Menguele.

Esa noche de noviembre, hace 25 años, un viejo teléfono suena en la oficina de Köhler. El “Artista” atiende:

-¡Hola!

-¡Amigo! Es Karl. Necesito ayuda, no sé qué hacer– dice el hombre murmurando, alarmado, con la voz baja pero entrecortada por la respiración nerviosa.
-¿Qué pasa Karl? Hace tiempo que no se de ti.

- Te llamo desde los laboratorios. No sé qué está pasando. Creo que estalló la guerra con occidente.

-¿Por qué lo dices?- pregunta Köhler levantándose de su puesto y dirigiéndose a la puerta de la oficina de Böer, un colega de operaciones. Afortunadamente el cable del teléfono llega hasta el pasillo.

-Han irrumpido unos hombres armados al laboratorio. La ubicación de este lugar es muy secreta. Ni yo sé donde estoy. Los hombres que entraron son británicos. Han matado a los guardias y se llevan todo. Pronto me descubrirán. He llamado a todos, amigo, nadie me responde.
 
Köhler observa que las oficinas están vacías. Él es el único que queda en todo el piso. Todos se han ído. Pero el “Artista” no sabe por qué.







-¡Karl trata de salir de allí así sea por las alcantarillas!- Fueron las últimas palabras que Köhler le dijo a su amigo Karl.

Köhler sabía que su amigo desarrollaba armas biológicas para el régimen de la RDA. Tiempo después sus alumnos del G2 le informaron que una vanguardia de las SAS aprovechó el colapso del régimen, la noche de la caída del muro para destruir el laboratorio de Lossow cerca de la frontera polaca. Desde entonces Köhler sabía vagamente que Karl había huido a Angola y regresado a Alemania trabajando en el mundo petrolero con otra identidad.


 

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